domingo, 24 de julio de 2011

PORQUE EL MOMENTO MÁS ESPLÉNDIDO ES CUANDO MUERE EL BESO

Justo el momento de antes,
el instante inmediato antes de rozar
tu carne con su carne,
esos labios enjugados
por la incertidumbre,
dicen que es el mejor;
probar por vez primera
ese sabor,
la fruta sensual del otro,
de la tentación, objeto mayor.

Hago un chasquido con la lengua contra el paladar.
Hago un chasquido con mis labios contra sus labios.
Hago un chasquido con mi corazón contra el palpitar.

Ah.

El leve misterio muere,
conoces en pocos segundos
aquello que ella quiere,
continúas dejándote llevar,
rara vez piensas, la inercia impide
que detengas una acción mordaz.

Algo nace en tu corazón y baja,
estrepitosamente, al lugar
de la irónica desazón. Llama
tu alma, desconsolada, para preguntar,
mientras tú, ocupado dices: Calla.

Pero (digo dándome, para, me doy tiempo)
sin haberlo adivinado antes
llega un momento en el que acaba,
desconocemos el motivo, ¿ves?,
simplemente se ha terminado.

Tú y tú, ella y yo, apartáis, apartamos:
La carne, unos labios ahora húmedos,
seguridad, un fruto ahora seco,
una revelación, un corazón,
un lugar con verdadera sazón,
un alma.

Y tienes el silencio, sin chasquidos,
tal vez miradas, inquietas o muertas,
una exhalación profunda, suspiros
y lo muerto es el beso.

Porque el momento más espléndido
es cuando muere, el beso.