viernes, 29 de mayo de 2009

SIN


Ha despertado la luna,

ya puedo abrir los ojos,

ya puedo observar la cuna

vacía y sin pensamientos,

absurda e inútil,

esperando sin razón ninguna.

Las sombras incómodas

se tejen bajo la luz tenue,

cierro los ojos arrimándolas

a un pozo de reflexión.

Los vuelvo a abrir,

veo de nuevo la luna

blanca, fría, plañir

los recuerdos del futuro,

sólo me queda, el ceño fruncir.

Los párpados pesan

para ocultar estrellas rojas.

Las horas pasan,

mis ideas transcurren lentas

como las llamas que cesan

tras arder en un campo,

y caóticas besan

el aire quemado.

Acaricio las letras,

rasgo el papel,

vislumbro entre agujas,

que se clavan en mi cabeza,

lo que parecen estrofas,

pero no lo es.

Digo, pienso, escribo

solo hablo

de recuperar el estribo

de aquello que parlo,

de eso que derribo

todas las noches en vilo.

Manejo, toco, escupo

palabras con brío

dando tumbos sin sentido.

domingo, 24 de mayo de 2009

MATA EL TIEMPO


El tiempo transcurre inexorable. Ajeno a su voluntad recorre la noche con monótona exactitud. Él desea que se acaben pronto las madrugadas de insomnio, pero el tiempo le hace sufrir, no le priva de ninguna hora de pensamientos confusos, de ningún minuto de amargura, le hace vivir cada segundo de tortura como parte de su rutina.

Otra noche más, ya no es ninguna novedad y parece que se está acostumbrando. Se acomoda en la cama, apaga la luz débil que desprendía la lámpara de la mesita. Piensa, tampoco sabe que pensar, sin embargo, según pasa el tiempo todo tipo de ideas le abordan para hacer parecer la oscuridad algo más clara. El tiempo sigue su curso, sin detenerse, sin escrúpulos, sin frenarse en esos momentos buenos, felices, que hacen sonreír y continuando inmutable ante los momentos amargos y dolorosos e insufribles como estas largas noches.

Miraba al frente, cerraba los ojos sin el resultado esperado: dormir. Da una vuelta entre las sábanas, procura no desarmar la cama para por lo menos hacer algo agradable la espera del día. Enciende de nuevo la luz, lee un rato, la vuelve a apagar. Sigue dando vueltas sobre sí mismo, continúa cambiando la posición angustiado, piensa.

Presta atención al inmenso silencio, éste es interrumpido por unos breves repiqueteos constantes. Se desvanecen, no, están de nuevo. Otra vez silencio, no, le parece volver a oírlos. Escucha y es cierto que hay un sonido que ensordece el silencio, rompe la calma tan ansiada por él. Primero sólo era un susurro, poco a poco aumenta la intensidad del recién compañero de sus sueños despiertos hasta permanecer ahí aunque pretenda ignorarle, aunque no quiera hacerle caso. Y se quedará con él mucho tiempo.

Ya que tiene que convivir con ello esa noche, intenta saber qué es, cuáles son sus intenciones y de dónde viene. Una risa tranquilizadora, no es nada más que el sonido del reloj. Un reloj pequeño de aguja que le observaba desde la mesita, le vigila para que no se salte ningún instante del tiempo que le queda sin dormir. Una mirada de las agujas, oscilante pero atenta. Un movimiento circular interrumpido por pausas medidas para dejar que se oiga brevemente el silencio. En su recorrido, el tiempo quiere disfrutar del silencio, una paz infinita, para luego atravesarlo con las manecillas del tormento.

Tic-tac, tic-tac. Cuanto menos escucha, mas oye el ruido del reloj. Se concentra en olvidar, nada, sigue ahí. Cuando parece que se desvanece entre las sombras, vuelve a aparecer con mayor intensidad. Mira con esfuerzo el reloj, ve como gira el segundero sin piedad, ve cómo pasa el tiempo y la luz sigue sin entrar por la ventana, sólo penumbra. Y el sonido permanecía.

Comenzaba a sentir desasosiego, necesita parar de oír el ruido. Sabe que proviene de un simple reloj, pero el sonido estaba en toda la habitación atacándole desde todas partes, rodeaba la cama, golpeaba sus pensamientos nerviosos. Tiene que dejar de oír el ruido, un sencillo mecanismo mandado por el tiempo se estaba burlando de él. Cada tic-tac es una risa malvada y sonora. Daba vueltas sobre sí mismo más rápido, ahora no le importa dormir o no deshacer la cama, solo no oír ese ruido infernal.

Se cubre la cabeza con la almohada, con las manos, ya está, no oye, se ha ido. Vuelve. Cómo es posible si tiene los oídos tapados: está dentro de él, en su cráneo, acompañando sus latidos. Sigue amartillándole, ya no hay apenas silencio, el eco retumba por todas partes. Él sigue el sonido moviendo los ojos de un lado para otro, inquieto. No aguanta más, tiene que dejar de oír ese ruido.

Huye, sale de la cama tropezando con la mesita, sale de la habitación. Pretende escapar. Sin darse cuenta ha llegado a la cocina. Se tranquiliza, se relaja, respira hondo para guardar la calma. La puerta de su cuarto parece alejarse al final del pasillo, de repente se acerca aterradora. Está ahí también, le persigue. Desesperado coge un cuchillo y corre hacia la habitación. Está alterado, ni siquiera nota el frío suelo bajo sus pies descalzos. Necesita dejar de oír ese sonido. Está de nuevo en la habitación, junto al reloj. El aparato aparentemente tranquilo, inocente, realmente martirizante, doloroso, insiste con su tortura. Él lo golpea con el cuchillo, lo destroza con rabia, clava el filo una y otra vez en el instrumento despedazado.

Está tirado en el suelo al lado de las manecillas inutilizadas, con el cuchillo en la palma abierta. Ya se ha ido el ruido, no está. Se calma, la noche turbia se va disipando lentamente, tiene sueño. Por fin entra en un trance tan deseado siempre, está tranquilo, se rinden sus párpados. Tic-tac, tic-tac. Se levanta bruscamente, abre los ojos con fuerza, lo oye otra vez, le ha engañado, viene de todas partes, incluso le parece ver como se mueven las agujas en el suelo marcando su agonía. Necesita dejar de oírlo, agarra el cuchillo con fuerza, lo acerca a sus oídos nublados por el ruido. Se desploma en el suelo, ahora conseguirá dormir. Mira el reloj destrozado con los ojos enardecidos. Ya no oye, pero el sonido continúa: tic-tac, tic-tac, tic…tac…tac…tac…

sábado, 16 de mayo de 2009

¿QUIÉN ERES?

No controlo mis pensamientos,
se me nubla la razón
y pierdo toda noción
de la realidad.
No sé que hago en cada momento,
no sé que estoy pensando,
solo sé que estoy perdido, vagando
por un mundo lejano en mi interior.
Intento buscar la verdad,
pero cada vez que me acerco
ella se va, desaparece sin más.
Ha pasado ya tiempo
desde que era yo, simplemente yo.
Ha pasado ya tiempo
desde que mi cabeza
obedecía a mi voluntad,
no tenía que hacer esfuerzos
para controlar mi mente,
para ser dueño de mi mismo
y hacer lo que quería hacer
porque lo quería hacer.
Ha pasado tanto tiempo
que este nuevo ser que aparenta ser yo,
no recuerda como dominar la situación,
tan sólo recuerda lo olvidado.
Adquiere forma la desesperación
en los restos de lo que fui,
impotente agoniza en su propio lecho
donde nace la locura.
Siento la insignificancia
de desaparecer.
Ignorado por mi mismo
me desvanezco en la distancia,
como mis lágrimas al recorrer
el etéreo cuerpo del pasado
reflejando la tristeza de ese ente
ahora proscrito en mis sentimientos.

sábado, 9 de mayo de 2009

NADA

Te envío esta carta para decirte que estoy muerto. Después del accidente de coche que tuvimos ayer por la noche mientras te llevaba a casa, yo ya he muerto.

Cuando despiertes y leas esta carta quiero que lo primero que hagas sea coger mi cadena (te la dejé durante mi último aliento en el bolsillo derecho de tu pantalón) y piensa en mi por favor. Necesito que recuerdes cada palabra que te dije mientras todavía tenía la cara entera y no destrozada por el roce con el asfalto, necesito que recuerdes cada momento vivido junto a mí, necesito que sientas por última vez todo lo que sentías por mi que estoy seguro que es lo mismo que sentía yo por ti (o más). Esto es para que mi alma descanse en paz, yo ya lo sé, se que me querías y no necesitabas decírmelo con palabras, pero quiero asegurarme de que esas supersticiones sobre los fantasmas y las almas atrapadas con asuntos pendientes son solo patrañas como tu decías.

Espero que te puedan llegar los sentimientos que intento poner en esta carta, las sonrisas y los tonos de mi voz, pero esto es muy frío, no me gustaba escribirte cosas en vida sino decírtelas porque por escrito me parecía algo frívolo y en estas condiciones es aún más vacío.

Con esto de vacío me refiero a que no se exactamente donde estoy, no me puedo ver aunque sepa que existo (más o menos) y el lugar que me rodea igual, lo siento pero… no está, como el aire. De vez en cuando siento corrientes de viento que me remueven las entrañas y a pesar de saber que no puedo respirar porque se me encharcaron los pulmones de sangre, siento de vez en cuando un aliento que me llena de vida o algo parecido, pero incompleto. No espera, ya no siento nada… me he movido, algo se me ha llevado, me estoy moviendo lentamente hacia algún lugar.

Tengo sensaciones extrañas a la vez de que no siento nada. Estoy confuso pero tranquilo, no soy capaz de asustarme, aquí hay demasiada paz. Solo soy un pensamiento, ahora seré como tu quieras que sea, sólo soy un recuerdo, me parece que estoy dejando de existir. No mires mi cuerpo, eso si que ya no soy yo, sólo un trozo de carne arrancada de la muerte.

Mejórate y continúa tu vida sin mi, me olvidarás pronto, comprenderás porqué cuando pases por aquí y veas que ya nada importa ni existe incluso dudas que halla existido.

Creo que tengo que despedirme, adiós, hasta nunca, tampoco se muy bien que decir. A ver si te llega la carta más que nada porque no sé siquiera como la estoy escribiendo.

Un abrazo, un beso, un saludo de


Un muerto

sábado, 2 de mayo de 2009

TROVA DE UN SAUCE


Sospecha que cantarán los pájaros
mañana al amanecer.

Ella les oirá piar,
pero los ignorará hasta el atardecer.

Entonces, se esconderán esos trinos alados
y ella dormirá hasta un nuevo día.

Cantan sin cesar en un joven sauce,
entre las hojas oscuras escondidos
le mecen con susurros: Sólo te sé amar.

Los pájaros impiden dormir al sauce,
están saltando de rama en rama alborotados
añoran el cálido día, sólo saben tararear.

El sauce llora, sus hojas caen desde ayer,
la copa llena de pájaros
necesita oír otro piar.

El cielo de color azul inmenso
abraza nubes monstruosas
iluminadas por la luna, por su beso.

Un jardín cubierto de rosas
donde espera sin ilusión el triste sauce
a que se retiren las negras losas.

Comienzan a fluir de nuevo por su cauce
haces de luz brillantes,
la mañana, otra vez, nace.

Los rayos como caricias llameantes
secarán del sauce sus lágrimas,
rocío, recuerdo del antes.

Los pájaros recitarán las páginas,
con el alba ella acude a la llamada:
Necesito tus sonrisas.

Se cobija bajo el sauce entusiasmada,
silbidos alegres admiran su belleza
y las hojas verde color esperanza,
desprenden un aroma a nueva mañana.