jueves, 8 de diciembre de 2011

PASILLOS VACÍOS


Los pasillos vacios llenarán mis ojos
y el silencio será mi idioma,
no habrá lugar en mi cama
ni sitio para sueños rotos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

EL CUADERNO



Se sienta como todas las noches a escribir. Hace el amago de encender la lamparita de su escritorio, siempre decide no hacerlo porque no necesita luz.

Abre su pulcro cuaderno, todas las hojas están en blanco, pero no todas están vacías. Pasa las páginas hasta llegar a la adecuada, ésa está vacía.

Coge su pluma sin tinta y empieza a escribir, pero no es en el papel donde se graban las palabras, sino en su memoria, se perforan con un suave cincel. Todo está en su cabeza. La pluma no rasga la hoja de su cuaderno sino el reverso de su frente. Ahí se amontonan las frases llenas de múltiples significados, escritas con un largo suspiro. En realidad lo que memoriza, lo que componen sus pensamientos no son letras, sino cada uno de los movimientos que hace con su mano para construirlas.

Ha terminado. Ha escrito, dicho, pensado, dibujado todo lo que tenía que escribir, decir y pensar y mover. Cierra la tapa del cuaderno, es como un soplido que seca la tinta en su mente, una mano que aparta los restos de grafito para que perdure legible.

Y parece que todo se haya esfumado, que las ideas hayan desaparecido. Aunque él lo olvide todo inmediatamente, el cuaderno siempre le dirá lo que quiere saber con sus palabras sin tinta, sus hojas en blanco, un silencio tan lleno. Para recordar, primero hay que olvidar.

sábado, 27 de agosto de 2011

BORRACHO DE AGUA

Miro con ojos llenos una pantalla vacía,
veo más allá
de lo que tengo a dos palmos de mi rostro
sin reconocer la punta de mi nariz siquiera.

Uno siente como quiere sentir,
¿quiero ser feliz?
Tal vez quiera ser desgraciado,
puesto que mi nariz ni siquiera es una punta,
es un punto. Me señala algo a lo lejos,
pero no distingo lo que me señala,
¿será la felicidad?
Es una botella de agua, que agarro con despecho
por el cuello, mientras con la otra cojo mi pescuezo.
Me acerco la boca a mi boca,
compartimos ese primer vacío
hasta que la lengua alcanza el agua
y su agua alcanza mis penas.

Me siento...
Borracho de agua
y a la mañana siguiente
tendré resaca de aire.

Bebo un trago transparente,
¿cómo puede ser que me queme
como me quema?
Tal vez quiera ser quemado.

Intento enfocar la mirada
entre jadeos absurdos,
veo locura tras la pantalla
desde detrás de mi nuca, cogotudo.

Me balanceo,
digamos que niego al techo con todo el cuerpo.

Y aquí hay otra señal,
estímulo, incitación,
invitación, indicación,
pinchazo, punto, punto. Clic.
Que mi cuerpo reconoce
y se empieza a retorcer,
mientras bebo un trago de agua
y lo derramo por el suelo,
mientras intento coger aire
y lo derramo en mis pulmones

Y duele, ¡duele!
Auuu, ¡te he dicho que duele!
Y no paras y no cesa
y no te detienes... mi princesa.
¿Por qué? Why, warum, nande?

domingo, 24 de julio de 2011

PORQUE EL MOMENTO MÁS ESPLÉNDIDO ES CUANDO MUERE EL BESO

Justo el momento de antes,
el instante inmediato antes de rozar
tu carne con su carne,
esos labios enjugados
por la incertidumbre,
dicen que es el mejor;
probar por vez primera
ese sabor,
la fruta sensual del otro,
de la tentación, objeto mayor.

Hago un chasquido con la lengua contra el paladar.
Hago un chasquido con mis labios contra sus labios.
Hago un chasquido con mi corazón contra el palpitar.

Ah.

El leve misterio muere,
conoces en pocos segundos
aquello que ella quiere,
continúas dejándote llevar,
rara vez piensas, la inercia impide
que detengas una acción mordaz.

Algo nace en tu corazón y baja,
estrepitosamente, al lugar
de la irónica desazón. Llama
tu alma, desconsolada, para preguntar,
mientras tú, ocupado dices: Calla.

Pero (digo dándome, para, me doy tiempo)
sin haberlo adivinado antes
llega un momento en el que acaba,
desconocemos el motivo, ¿ves?,
simplemente se ha terminado.

Tú y tú, ella y yo, apartáis, apartamos:
La carne, unos labios ahora húmedos,
seguridad, un fruto ahora seco,
una revelación, un corazón,
un lugar con verdadera sazón,
un alma.

Y tienes el silencio, sin chasquidos,
tal vez miradas, inquietas o muertas,
una exhalación profunda, suspiros
y lo muerto es el beso.

Porque el momento más espléndido
es cuando muere, el beso.

viernes, 1 de abril de 2011

TAN GRANDE, SIN EMBARGO

Un brazo tan largo
no parecía capaz de agarrar
a un brazo tan corto,
sin embargo,
ese brazo tan corto
alcanzó a aquél brazo tan largo.

Y una mano tan grande abarcó
toda una mano tan pequeña,
sin embargo,
una mano tan pequeña
fue capaz de transmitir tanta fuerza
a aquella mano tan grande,
que ésta, se estremeció,
se sintió poderosa y soltó
esa mano tan pequeña.

Fue una mano tan grande y tan sola.

domingo, 20 de marzo de 2011

27'52"

El tiempo sigue avanzando, incluso a veces, parece retroceder. Pero cuando intentamos agarrarlo se retuerce entre nuestros dedos sin poder manejarlo con precisión.



Fragmento de la coreografía de Jiri Kylian con música de Dirk Haubrich, interpretada en este vídeo por bailarines del NDT II (Nina Botkay, Kenta Kojiri e Ivan Pérez).

domingo, 20 de febrero de 2011

TAL Y COMO ES ÉL

Un rostro pálido que tan solo muestra
aquello que quiero mostrar,
(dientes amarillos y ojos rojos
de cuenca negra) resaltar
rasgos falsos, fríos, creados
ante cualquier adversidad.

Los temblores se apagan en el corazón,
los sobresaltos callan en las entrañas,
los escalofríos mueren en el maquillaje
color carne de la piel, a rayas desordenadas.

Expresiones y sonrisas aparecen con una orden,
no estímulo, sentimiento, palabras,
sensación o desazón,
no surgen, se dicen, como si se decretara
una ley a un cuerpo colgado de hilos.

Una coraza flexible, maleable
al antojo del camuflado egoísmo
cuyo objetivo es una manejable
realidad donde yo no sufra,
por tanto, que yo no sienta. Donde
sólo siento, es en mi interior,
en los recovecos inimaginables
de la inmensa masa que intenta
cobrar vida, y el dormido gigante
intenta salir, romper la malla,
se retuerce y remueve para mostrarse
tal y como es él.

martes, 25 de enero de 2011

NUNCA HABÍA CONOCIDO

Nunca había conocido
esa forma tan particular
de sentir que tienen ellos.
Nunca había visto a nadie
sentir como lo hacen ellos;
con tanta urgencia,
con tanta pasión,
con tanta contradicción.

A pesar de no entenderse,
por supuesto a ellos mismos,
ni a veces a los demás,
sienten conectar, unos
con otros, tenerse
sin saber lo que tienen
y quererse, sin saber lo que quieren.

Viven para sentir,
puesto que, sienten para vivir
en un mundo infeliz
donde hasta el más fuerte
dolor, intenso y amargo sufrir,
la más desgarradora agonía:
Son los más deliciosos placeres.

Juntos, despertándose
y sumiéndose simultáneamente,
en profundas pesadillas
con cierto aire a realidad;
dicen no saber, y saben
sin querer, que no saben
no querer.

Porque el momento más espléndido
es cuando muere el beso.

lunes, 3 de enero de 2011

CABALLO BLANCO, MELODÍA DESNUDA



Me miraba fijamente a los ojos, no sabía que me quería decir ni que debía hacer yo. La seguí mirando, contemplé el color de sus ojos (hasta ahora no le había prestado atención), me fascinó tanto que me dio miedo que ella se cansara de esperar alguna respuesta por mi parte. Sólo yo tenía algo que perder, para ella es un juego, un divertimento de bajas expectativas. Por algún motivo me ha dado una oportunidad, pero si no es lo que espera, lo desechará al instante. Así fue, no obtuvo la reacción que quería, me retó a adivinar sus deseos y perdí. Sin la acción adecuada no obtengo recompensa. Me dio la espalda, me arrebató su mirada.
Entonces fue cuando se desnudó para tocar el piano. Entonces fue cuando irrumpió en la sala el caballo blanco. Sería muy extraño que fuese un unicornio o un caballo alado. Tan sólo era un caballo blanco, que se arrimó al piano para escuchar la melodía que nacía en sus dedos desnudos, sus hombros desnudos, su pecho desnudo, su respiración al descubierto.

Su vientre marcaba el tempo de la música, los dedos no sólo acariciaban el teclado, acariciaban su ombligo. Con cada tecla blanca el caballo soltaba un suave relincho. Con cada tecla negra sentía una vibración dentro de mi vientre. Me levanté la camiseta. Me asomé a mi abdomen. Cambiaba de forma, me enseñaba distintas caras grotescas que todas juntas querían decirme algo. Enfado, frustración, entusiasmo, felicidad, engaño, odio, autocompasión, auto compensación... comeré algo. Mi ombligo cayó y el caballo se tornó negro, ya no podía distinguirle entre la oscuridad, pero sus ojos me dedicaron un último brillo antes de abandonar la habitación, sus cascos dedicaron al parqué un último tango.

Ahora estábamos solos y él me había alentado a ello, él entendía (al contrario que yo) porque relinchaba, entendía su melodía. No había podido ver sus ojos desde que se dedicó a tocar el piano, desde que se desnudó. Seguía ajena a lo demás mientras hacía entonar al instrumento y el instrumento le acariciaba todo su cuerpo con una suave música, una suave melodía desnuda.

Cuando le toqué el hombro desnudo, dejó de tocar, se paró y alzó la mirada. Ojos grandes, inocentes e incrédulos, desnudos. Me dedicó una sonrisa, yo sólo supe devolvérsela con la mitad de mi rostro. Una comisura alzada que se aventuró a besar una de sus comisuras que bajó.

Estaba cómodo en esa habitación, era cálida, hacía tiempo que buscaba algo así. Hace frío fuera, eso me animó a desnudarme. Deslicé mi mano por su brazo invitándola a levantarse, contemplé su cuerpo, pero sólo quería mirar sus ojos. Cada nueva vez que contemplaba su iris me fascinaba de una nueva forma. Se acercó, mi cuerpo se estremeció. Eso estaba sucediendo a pesar de cómo yo solía ser. Era capaz de ser, por una vez, como escribo, como bailo que soy.

Mi cuerpo se estremeció, quería envolverme con su piel. Me conformé con un abrazo. Quería seguir escuchando esa música que ella sabía tocar, que sólo ella conseguía hacerme llegar a los oídos para decirme secretos que no sé que son secretos. Pero no quería separarme de ella, sabía que si lo hacía no volvería a acercarse a mí y yo me olvidaría.

Así que el caballo empezó a tocar. No se dejaba ver, pero sabíamos todos en aquella habitación que era blanco. Percibo la música como ruidos distorsionados, pero mi cuerpo la recibe tranquilo y está escuchando paciente para entender su cuerpo.