domingo, 22 de noviembre de 2009

Y SI NOS VAMOS VOLVEMOS

Si nos vamos volvemos,
porque no sabemos marchar
sin regreso.

Y si nos despedimos lo olvidamos,
porque no sabemos pasar
sin lucha.

Tememos que nuestro cuerpo
no resista la ilusión que tenemos
y no insista ante las metas
que nosotros mismos nos ponemos.

Entender que tu cuerpo no te entiende
es más difícil que dejarle sentir,
dejarte llevar por la libertad del movimiento
para, simplemente, disfrutar, bailar y vivir.

Desengaños tras frustraciones,
tras horas de esfuerzo.
El fin desconocemos
y aún con cristalinas visiones
no nos detenemos
hasta que el orgullo alimente una sonrisa
y se haga inexplicable la recompensa
tan grata, tan inmensa
que no queramos otra vida, otra pasión
que no sea sin trabajo ni tesón.

Y si nos caemos nos levantamos,
porque no sabemos bajar
sin alza.

domingo, 1 de noviembre de 2009

TENGO MIEDO A DESPERTAR

Tengo miedo a despertar
abrir los ojos y encontrar
mi habitación a oscuras
y yo, tumbado en la cama
pensando aún
en los recuerdos de mi imaginación.

Tengo miedo a vivir
los mejores momentos junto a ti
dormido, y despertar
sin encontrarte entre lo vivido.

No me asusta soñar
con lo que más miedo me da
si no es soñar despierto.
Porque si te tengo en sueños
y despierto, no estas
prefiero imaginarte
aunque no seas real
y no despertar jamás.

jueves, 22 de octubre de 2009

PETIT MORT

Aquí os dejo una espectacular coreografía de Jiry Kylian con música de Mozart muestra de la precisión y belleza que puede llegar a tener el movimiento. Espero que os guste.



sábado, 10 de octubre de 2009

...

Esta noche cuando te vayas me quedaré pensando,
dejaré que mis recuerdos vuelen junto a tus ojos cerrados
y te acaricien en sueños con un solo susurro, reinando
en un lugar de deseos evocados.

No soñaré esta noche, te recordaré cercana
entre miradas ausentes y caricias oscuras
con tu sonrisa de luna, tan brillante y lejana
con tu mirada de estrellas tras trozos de noche.

Musitaré letras que se unen en palabras,
pero no son palabras las que dicen lo que siento
sino los besos, caricias y miradas,
un suspiro, que lame tus labios, lento.

Quiero verme reflejado en tus ojos
como quiero que me vea tu reflejo en los míos.

Quiero nuestro primer beso cada día
como si fuera lo último que me darías.

Quiero escuchar a nuestros corazones inquietos crepitar
mientras tu nariz acaricia mi rostro
y la punta de mi nariz acaricia tus mejillas sonrojadas, abrazar
tu pecho con mi pecho, sentir...
Un latido tuyo y hacerlo mío.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

NACER...


Descalzo, entre la oscuridad, caminaba lentamente por el frío de la noche. Crucé el umbral de la puerta del baño para asearme antes de dormir. Con sólo la luz de la luna encontré el grifo, lo abrí y empapé mis manos de agua, recogí ese frescor para limpiar mi cara. Miraba ese pequeño charco, aparecía una imagen un poco borrosa,

“Había un hombre y una chica joven en lo que parecía la sala de espera de un hospital, la frivolidad de los fluorescentes alumbraba la soledad de los asientos ocupados por ese hombre y esa chica. De una gran puerta apareció un médico que se dirigía a las únicas personas de la sala, el hombre y la chica, y les comentó:

-Estamos teniendo unos problemas pero no deben preocuparse, de momento es como un parto cualquiera.”

Sorprendido solté el agua que se derramaba gota a gota desde mis manos hasta el desagüe, el agua se perdía como mi vista, sólo existía mi pensamiento. Levanté la cabeza, observé con dificultad el espejo, me vi, de repente mi retrato se transformó ligeramente en el rostro de una mujer, tenía expresión de sufrimiento y a la vez de alegría, se encontraba en una camilla de hospital.

Giré la cabeza hacia mi habitación, estaba asustado, recordé las visiones, el hombre era mi padre, la joven era mi hermana y la mujer en parto era mi madre. Lo comprendí todo aunque no quería aceptarlo. Yo estaba naciendo.

Caminé lentamente a mi habitación, impresionado, otra imagen se superponía sobre la vista real. Según me acercaba a la puerta, se intensificaba el dolor en la cara de mi madre, andaba con los ojos abiertos, con cara de asombro. No era dueño de mis movimientos, no sabía lo que hacía, no sabía lo que había hecho hasta ahora, sólo sabía que lo que parecía real sólo estaba en mi cabeza y las visiones eran lo real. Retiré la manta y la sábana de la cama, oía gritos en mi cabeza, se mezclaba lo que yo veía, mi nacimiento y una luz en el centro de mi visión.

Una lágrima se deslizó desde mis ojos, estaba solo, ya nací... ya morí.

Acostado, invadido por el sueño se me cerraban los ojos, me pesaban los párpados.
Desapareció la visión, permaneció una suave canción entre llantos, la nana de mi madre: Cierra los ojos...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Siento?


Simplemente te recuerdo,
imagino y sueño...
Te tengo.

Simplemente te necesito,
pienso y deseo...
Tenerte.

No sé qué decir
ni sé qué pensar
ni sé qué sentir,
ya no sé qué amar.
Miro el techo
todas las noches,
en vela, en mi lecho,
buscando los broches
que relajen mi pecho
y unan ideas, propios reproches.

Destrozado mi mundo:
El mundo que yo veo,
el mundo que yo quiero;
más que buscar no puedo
una salida, un agujero
por el que huir,
del mundo verdadero.

Necesito sentir
lo que ya no siento,
necesito vivir
lo que nunca vivo.
Necesito.
Simplemente una palabra
que no me dice nada,
simplemente me llena
de pasión insatisfecha.

Me ahogo y no respiro
muero, no vivo
o vivo y no siento,
pero no consigo
romper el nudo
que en la garganta tengo,
me esclaviza en mi propio cuerpo
y sólo escapa un sollozo,
ni siquiera lloro.
Lágrimas mudas
salen del cauce,
resbalan estúpidas,
caminan donde yacen
las solas mejillas.

Vivo necio,
ni siquiera es vivir del pasado,
de recuerdos rescatados.
Vivo de imaginaciones,
fantasías sin tribulaciones.

Me cubro los oídos
sin el sonido de tu voz.
Cierro los ojos sin miradas.
Me arranco los labios,
labios sin besos.

El sonido de la lluvia
me traía nostalgia
ahora no siento, no siento nada.
Debo estar muerto,
sólo soy pensamientos vanos
ocultos en un cuerpo.

Ahora circula hielo por mis venas,
presiona el pecho en cada latido,
ahora no es sangre sino las penas
que estremecen al corazón de frío.

viernes, 4 de septiembre de 2009

¿TE ACABAS DE DESPERTAR?

¿Te acabas de despertar?

Si no estoy dormido todavía.

Pellízcate, ¿qué sientes?
¿Te despiertas?¿Duele?

Duele como duelen los sueños
lejanos y confusos
entre el vapor de los recuerdos,
calambres de lo conocido
fríos y reales
entre imágenes sin sentido.

sábado, 29 de agosto de 2009

UNA NOCHE... (II)

Llegaron a una zona tenebrosamente encantadora, con la luna asomando tras algunos árboles caídos y otros alocadamente erguidos. Esperaron unos instantes para admirar el paisaje de la noche que seguramente no volviesen a ver, al menos de día. Impacientes decidieron continuar su camino indeciso, averiguar que había más allá en otra dirección.

Uno de ellos, aunque pretendía estar en todo momento junto al grupo por sus temores al peligro de lo desconocido, no pudo evitar retrasarse ante el rápido caminar de sus amigos y su propia distracción en la belleza de la noche. El grupo decidió ignorar la ausencia del chico asustadizo y distraído, ya volvería, ya aparecería, no hay ningún problema. Pero sí había un problema, la cerveza imperaba sobre el cuerpo de otro de los jóvenes, reclamaba su salida tal y como había entrado por lo que el chico anodino e insignificante en la noche se retiró de la trayectoria.

Recuperó la desventaja con prisa el joven precavido, preguntó dónde estaba uno de sus compañeros sin recibir respuesta. No hay ningún problema. Otro compañero tenía la necesidad de retirarse a unos arbustos. Los tres que aguantaban siguieron su improvisado camino hasta encontrar un lugar que nunca antes habían visto y desconocían su presencia hasta ese momento. Era un enorme vivero, algo muy normal para encontrarse en ese extenso parque, pero bajo el velo de la noche parecía, más bien, un cementerio de árboles. En medio de naves y jardines se encontraba un lago, pequeño, de aguas negras y aparentemente densas sobre las que flotaba majestuosa y espeluznantemente un cisne. Tan blanco que a veces se fundía con el reflejo de la luna en el estanque, con unos ojos vidriosos, negros y a su vez más cristalinos que las aguas que guardaba.

Otra vez llegaba el muchacho rezagado preocupado por sus compañeros que no aparecían. Sin importancia respondían los otros que ya les encontrarían cuando volviesen sobre sus pasos, algo que deberían haber hecho hace ya algún rato. No hay ningún problema.

Siguieron por un camino de tierra que no llevaba más que a una casa vacía resguardada por una verja. Decidieron volver, por fin. Se desafiaron a una carrera, y aunque cansado, el chico menospreciado comenzó con fuerza su reto, también personal, tras uno de ellos. Pronto se distanció el primero a la vez que el último alcanzaba y adelantaba al segundo, este parecía agotarse y ceder su puesto al compañero que avanzaba burlón.

Finalizó la carrera otra vez en la laguna del cisne. Las aguas estaban algo revueltas bajo el impasible nadar calmado e hipnótico del ave. Llegó el joven miedoso a reunirse con su amigo que ganó el reto. El primero se preguntaba extrañado dónde estaba el otro, debería haber ganado a su compañero más débil. Ahora estaba tranquilo, este chico había estado toda la noche nervioso y ahora respondía impávido que le había adelantado al aprovechar una caída probablemente a causa del alcohol.

El ambiente se rodeó de una inexplicable extrañeza. El aire llevaba un olor a sangre, que a pesar de estar latente desde que llegaron a esa zona, ahora era más perceptible. Un reguero rojo tintaba la tierra del camino. Cuando el amigo se dio cuenta de estos detalles y de que veía flotar un cuerpo en el agua, otro cuerpo que asomaba de entre unos arbustos y una persona se desplomaba ante ellos con el abdomen desgarrado, era tarde. Un lo siento murmurado, un susurro del viento, el agudo filo de mi navaja rajó su cuello.

El chico, el joven, el muchacho ignorado, precavido, asustadizo, miedoso, despistado... Habían despertado sus deseos más profundos, un ser escondido, un alma oculta apoderándose de un ser patético como había dicho el vagabundo. Yo.

Abandoné el parque sereno, dando la espalda a los cuerpos inertes de mis amigos en sus lechos de tierra y sangre. Drogado por el nauseabundo olor grana. El único que temía no salir de aquel parque y el único que salió, vivo. El último en entrar y el primero en salir. El que peor lo estaba pasando al principio y el que mejor lo pasó al final. Disfrutaba de cada paso como había disfrutado antes de cada quejido ahogado.
Se abrió una sonrisa en la cara de mi sombra.

Ahora vengo cada día a este páramo de la noche para recordar esta historia que escribo ahora ante la atenta mirada del único testigo, un cisne de plumas rojas.

jueves, 20 de agosto de 2009

UNA NOCHE... (I)

Otro sábado cualquiera por la noche. Tras un día agotador, buscan la evasión de la realidad. Cinco jóvenes acompañados de sus botellas de cerveza vagan por un parque frondoso cubierto por el manto de la oscuridad. Unas tenues luces de viejas farolas iluminan el camino que quieren seguir.

Entre risas, anécdotas y comentarios absurdos pasan las horas. Las tinieblas les rodean cada vez más a medida que el parque se abandona. Todo un parque, grandes extensiones de paseos y jardines negros y fríos para ellos solos, alimenta su imaginación incitándoles a caminar sin detenerse, descubrir en la noche lo que ya han visto de día pero con un peligro novedoso: las creaciones de su mente entre las sombras.

El sonido producido por el vidrio de las botellas al chocar unas contra otras en la agujereada bolsa de plástico, marca su ritmo. Andan a amplias zancadas, con decisión sin saber a donde van. Rápido terminan el espumoso líquido que les despeja, el más precavido tira la botella a un contenedor, mientras que los otros cuatro las tiran al suelo deleitándose con el ruido del recipiente despedazándose en múltiples pequeños cristales.

Continúan su camino, adentrándose más y más en zonas más desconocidas y más solitarias. El miedo se apodera de uno de ellos, asustadizo intenta advertir a los demás de lo que se pueden encontrar. Ignorado entre risas estruendosas y variadas de cada uno de ellos, siguen. La conversación le tranquiliza. El chico del grupo que les guía por una zona que aparentemente ya ha visitado mira de vez en cuando hacia atrás para vigilar que nadie les siga. Eso tranquiliza al joven algo asustado, también la seguridad de sus compañeros. Lo único que le pone más nervioso son las sombras confusas, las farolas rotas que cada vez alumbran menos, el murmullo del río, el ronroneo de la suave brisa, los juncos que cubren con espesor ciertas zonas ocultando posibles peligros, la cara de la luna llena que asoma entre nubes difusas, los contornos del paisaje nocturno, los lugares ya desconocidos, él.

Una persona desgarbada, vestida con harapos y acompañada de un sucio perro se acercaba tambaleándose hacia los chicos, una figura triste que caminaba torpemente bajo el cielo nocturno. Algo intimidados por la situación, se quedaron todos atentos y observando. Cuando se acercó más le vieron mejor su cara desencajada, ojos desorbitados y mirada ausente bajo un pelo amontonado por la suciedad. Sus gritos confusos retumbaban por el eco, no entendían lo que decía hasta que se percataron de que se lo decía a ellos: ¡Lugares desconocidos en una fría noche perdida, misterios seductores para buscadores de calma! ¡Quién busca calma la tendrá eterna, si busca en este paraíso urbano! ¡Tentaciones atractivas para las almas ocultas que roban la vida de patéticos personajes, salida de deseos furtivos! ¡Macabros paisajes ahora, inocentes durante el día, perfectos escondites de ánimas perdidas!

Tal como vino este extraño ser se fue. Pasó de largo llevando sus malolientes augurios a un lugar donde poder resguardarse y descansar de su penosa existencia. Pero las cosas no estaban como antes de su aparición, algo despertó de su vida aletargada. No era el vagabundo a quien temía su alma inquieta. Tenía una extraña sensación que pretendía avisarle de lo que iba a suceder, una sensación que no lograba a reconocer ni distinguir, pero sabía que algo se acercaba.

El chico temeroso, les reprochaba a los demás el no haberle hecho caso sobre lo que se podían encontrar. Le tranquilizaron para proseguir con su paseo. Después de todo estaba entre amigos y confiaba en ellos, se dejó llevar aunque esos miedos siguiesen ahí. ¿Qué podía pasar?

lunes, 10 de agosto de 2009

AGUA Y FUEGO


Un cruce de miradas,
un roce de las manos.
La música tiñe el ambiente
de movimientos apasionados.

No piensan, sólo sienten
sus cuerpos poseídos,
se miran y sonríen.

La respiración se agita,
se alimentan de suspiros
viven del aliento, del calor,
de imágenes entre giros.

Todo sucede sin traspiés,
un fluido de almas
que sienten y respiran y laten a la vez.
Llamaradas de sangre
en sus pechos con sed.

Los labios se acarician
suavemente, sin llegar a besarse
sólo un jadeo intenso
que detiene su baile,
un instante infinito
de muerte dulce.

Como el agua se mueven,
fuertes corrientes
que serpentean y corren
con ímpetu, sin detenerse ante
las rocas, sin que les frenen
y con pasión rompen
en diminutas gotas que se despiden
de los cuerpos ardientes.

Continúan su danza
como el juego de las llamas
mientras la música lanza
susurros a las brasas.

Los corazones inquietos
ebrios de pasión, contenida
en sus brazos deseosos
de tenerse
abrazados en pasos de vida.

Agua y fuego.
Él se enreda en su cabello,
cuerpo con cuerpo,
ella coquetea con su cuello.

Pasión y deseo,
agua y fuego...

jueves, 30 de julio de 2009

TAN SÓLO ESO


Tan sólo tengo que cerrar los ojos
para oler tu perfume de ilusión,
me susurran tus labios rojos
suaves besos de pasión.

Acaricia mis párpados la luz
dejando ver un brillo en la mirada,
lágrimas juegan con el reflejo del cielo azul,
se pinta una sonrisa a mano alzada.

Pasa el tiempo y no dejo
de pensar en tu voz de colores,
miro el reloj y no veo
caer los pétalos de las flores.

Tan sólo tengo que cerrar los ojos
para pensar que te veré al despertar,
me sellarás los labios rotos
con tu sonrisa de amar.

sábado, 25 de julio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (FINAL)

Salí del portal con el fin de dirigirme a unos bancos cercanos y pensar con paciencia. A mitad de camino entre lo que yo creía que era mi casa y mi actual destino, me detuve a esperar ante un cruce. Cerca de la calzada me apoyé, acompañado de un suspiro, en una pared. Pasaban coches sin cesar, no veía el momento de pasar, así que me quedé ahí recostado observando lo que ocurría a mi alrededor y cavilando. El paisaje era igual que siempre, las hojas de los árboles volaban hasta una fachada y la teñían con sus vivos colores del arcoíris.

Recorría la acera con pasos indecisos una madre que agarraba de la mano a su hijo. Discutían con levedad. El niño iluso no quería volver a casa hasta no recibir la llegada de alguien muy especial para él. La madre compasiva le sonreía viendo lo feliz que le hacía eso a su hijo, sin embargo, sabía que no le convenía esperar allí, le invitaba a esperar en casa para darle tiempo a inventar una excusa lo suficientemente razonable como para que el niño no llorase desconsolado en su hombro una vez más y tan sólo se fuera temprano a la cama decepcionado. La mirada de la madre era la mirada de cualquier madre que ve indefenso a su hijo y le quiere con locura, dándole en todo momento gestos de cariño y haciendo lo que más le conviene. El niño inocente esquivaba la mirada de la madre porque sabía que no era lo que ella quería que hiciese, aunque se lo permitía porque él tenía una ilusión inquieta. Se detuvieron ante el cruce, se detuvieron ante mí. Ella quería dirigirse a casa, él esperar ahí. La madre le pretendía convencer con argumentos vanos pero con una sola intención, su bien. Él miraba en la lejanía del horizonte esperando ver lo que esperaba con una ilusión arrolladora, preocupado ignoraba ligeramente a su madre intentando convencerla de que llegaría su esperanza y no habría ningún problema. Ella algo indecisa decidió dejarle esperando, confiaba en él aunque desconfiaba en lo esperado. Le besó la mejilla, le sonrió con ternura y fue desvaneciéndose con sus pasos. El niño estaba sólo con la mirada fija en el camino de la carretera que le traería sus ilusiones. De pronto lo vio, un golpe de alegría pareció estremecer su corazón lanzándole hacia una camioneta blanca que aparcaba enfrente. Corría alegre, una amplia sonrisa iluminaba su figura. Un sobresalto predictivo me impidió reaccionar e impedir lo que estaba a punto de suceder. Un coche atropellado frenó repentinamente las ilusiones, las esperanzas del niño. La camioneta abrió sus puertas y apareció un hombre inexpresivo que miró lo ocurrido, me miró a mí. Se transformó en mi amigo, desapareció. El niño arrojado en el asfalto, ahora, era mi amigo. Ahora, era yo. Miré mi posición confuso, ya no estaba apoyado en la pared, estaba en el lugar del niño, inmóvil en el suelo y vi a la madre, recién aparecida, que lloraba arrepentida de haberme abandonado cuando sabía que no debía haberlo hecho. Era ella, la madre mostró el aspecto de aquella bella y arrebatadora mujer, la chica de mis sueños. No sabía que iba a suceder, veía imágenes fugaces a mi alrededor, colores y fantasmas de ensueño.

¿Estaba muriendo?

Si sueño, despertaré y podré vivir mi vida bajo mis decisiones, no llevado por los antojos de mi mente.

Si estoy despierto, dormiré para siempre y estaré sumergido en mis sueños sin ninguna frustración, ya que lo peor que te puede suceder en un sueño es despertar y seguro, eso no ocurriría.

Al fin descubriré la verdad. Vivir mis sueños o soñar mi vida.

lunes, 20 de julio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (VI)

Otra vez en casa, una casa que anodinamente había variado su figura, su aspecto. De nuevo había despertado. No estaba en mi habitación sino en el salón tumbado en el sofá, con mi amigo también reposando en un sillón próximo. Un mediodía soporífero, un mediodía extraño. Me despejé y me percaté de que mi compañero también estaba despierto, ambos nos incorporamos. Al fin iba a hablar con él. Se adelantó a mis palabras, sabía lo que quería decirle, sabía lo que pensaba, lo sabía todo acerca de mí. Con voz clara preguntó:

- ¿Sabes quién soy?

- Curiosamente hoy es la segunda vez que me preguntan eso.

- ¿Cómo sabes que era hoy?

- Ya no sé que puedo responder a nada, ni siquiera sé donde estoy, ni si existo en realidad. Sé que he vivido ciertos momentos, que he tenido muchas sensaciones y sentimientos y sé que necesito me des las respuestas que sé que tienes.

- Está claro que hay algo que te interesa más que saber qué te está ocurriendo o dónde estás o quién soy yo o quién eres tú. Sí, ella es la chica de tus sueños y la volverás a ver cuando quieras cerrar los ojos, cuando la necesites, pero sólo te traerá más dolor.

- Ya lo he vivido.

- ¿Estás seguro? No has vivido nada, sólo has soñado. Los sentimientos son imaginaciones de nuestra mente, excusas del cerebro para sentirnos bien o mal. Siempre encontramos lo que queremos encontrar en nuestra búsqueda de la felicidad. Y los sentimientos nos ofrecen eso, lo que queremos, necesitamos y nos interesa. Tus sueños, ella, esta casa, yo e incluso tú, ahora mismo, son producto de tu imaginación que compensa una realidad incompleta. (Un silencio de reflexión).
¿Estás enamorado? ¿Has estado toda la noche prácticamente sin dormir y no te importa porque pensabas en ella? ¿Has estado toda la noche sintiendo los fuertes latidos de tu corazón, con una gran sonrisa en la cara y los ojos abiertos de par en par? Pero no te importa porque estabas soñando despierto con ella.

- Mi corazón late al ritmo de su mirada.
Necesito oír su voz cada día, me hace feliz, me alegra escucharle reír. No perderme detalle del movimiento de sus labios, simplemente, al hablar. Los humedece sin importarle y continúa. Palabra tras palabra me embelesa ese sonido, su voz. Sólo palabras, después de todo tan sólo son palabras, no necesito más que un gesto, una mirada, un entrecejo fruncido o un encogimiento de hombros para saber qué me quiere decir. Pero esas palabras llenan mi pecho de sensaciones satisfechas.
Donde dice adiós, yo veo un momento seguro de hablarle.
Donde tú ves una pregunta, yo oigo una respuesta que sé va dirigida a mí.
Cuando me habla, por insignificante que parezca el comentario, existe la posibilidad de mirarle sin que parezca raro.

Quererla es sonreír cuando la veo, no parar de pensar en ella a pesar de tenerla al lado, evitar la mirada cuando sé que me mira, callarme cuando me pregunta y que vea en mi rostro la respuesta que desea. Querer es decírselo cada día sin que lo sepa, demostrárselo rotundamente cada momento, shhhh, en silencio.
Es difícil dejar de decir estas sencillas palabras que no son más que eso, palabras. Se podrían resumir con un abrazo, una caricia, un beso… Un te quiero o incluso con un instante entre parpadeos antes de retirar rápidamente la mirada para suspirar, sonreír, vivir.

- (Una sonrisa piadosa). Si ella no es más que humo en la brisa de la noche, todo eso no es más que la sombra. Algún día despertarás y verás que todo esto es un reflejo adornado de la realidad. Yo soy tus pensamientos, tus ideas, tus sentimientos, tu mejor amigo.

Su apariencia cambiaba continuamente con indiferencia, adoptaba distintas formas y ninguna me importaba. Le dejé ahí sentado, inconmovible. Tenía que salir de ese lugar, respirar aire puro y ver un mundo veraz. Según me iba permanecía un eco en mi cabeza: Despierta. Vive.

jueves, 16 de julio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (V)

Desconcertado como siempre al despertar. Otra vez la realidad era mentira. Aunque ahora no supiera con certeza si volvía a soñar, estaba contento, una sensación agradable de satisfacción me relajaba. Estaba en la cama, sentía el frescor del amanecer aunque las sábanas me cubriesen cálidamente. Me encantaba estar así, una mañana luminosa y un tranquilo despertar. Me desperecé sonriente, sentí como se estiraban todos mis músculos y recorría un confortable escalofrío mi espalda. Al darme la vuelta la vi. Debería haberme sorprendido, pero esperaba encontrármela. Tumbada a mi lado, tan feliz como yo, con su radiante sonrisa que me daba la vida. Nos acariciamos, la cara, el cuello, los hombros hasta llegar a los brazos y seguir por la espalda para terminar abrazados. Ella encogía los hombros para cubrir el rubor de sus mejillas, me sonreía con tímida inocencia. Nos apretamos el uno al otro con fuerza, suspiramos a la vez rozando cada secreto de nuestro cuerpo con nuestro cuerpo. Juntos por fin, esta vez no desapareció. La tenía entre mis brazos, se entrelazaban nuestras piernas, jugábamos con las miradas. Abrió lentamente la boca y susurró:

- ¿Sabes quién soy?

- Sé que te conozco, que te he visto cada noche en mis más preciosos sueños, sé que ahora te tengo y soy feliz, sé que te quiero. No necesito saber nada más.

- He estado contigo todo el tiempo. Todas las noches mientras dormías he habitado los bosques de tus sueños, soy tu ninfa. Soy la musa que inspira tu vida como un soplo mece las flores esparciendo la primavera.

- Pues ahora yo estaré siempre a tu lado.

Una lágrima brotó de su mirar en un parpadeo apenado. Lamió su rostro. Mi mano la detuvo con una caricia, continué hasta sus labios untándolos de lamentos, olvidados con un beso. El sabor de su boca salado por las lágrimas, un mar sosiego con olas de pasión.

- No llores.

- He de llorar porque sabes que esto es un sueño y despertarás en cualquier momento, entonces ya no podrás estar junto a mí.

- No me importa, aprovecharé cada segundo contigo. Quiero mirarte para conocerte, escucharte para entenderte, acariciarte para sentirte y besarte para amarte.

- Mírame a los ojos y sabrás lo que quiero, escúchame y entenderás por qué lo quiero, acaríciame y sentirás que soy tuya. Bésame.

Me acerqué con suavidad. Un ardiente deseo de hacerla mía en esa mañana tranquila nació de un arrebato frenético. Creció en su cuerpo delirante. Sucumbió ante el calor del cariño, una muerte que no hizo más que prolongar esas ambiciones. Se agitaba la respiración, se hincharon nuestros pechos sintiendo el fuerte latir del otro. Le besé el cuello. Saboreé el aroma de su boca. Desenvainó una sonrisa afilada, la mirada se tornó malvada. Un beso tierno, ya no. Se había transformado, mordía mis labios, me devoraba ansiosa. Se empezaron a unir nuestras carnes, se fusionaron los labios, no los podía despegar de ella. Quería concentrarme en ignorarlo, quería restarle importancia pensando que todo volvería a la normalidad y podríamos disfrutar juntos. No. Sólo disfrutaba ella, jadeaba con malicia, se alimentaba de mi agonía, de mis intentos de separarnos sin resultados. Cuando logré alejarme ya no tenía boca, me había desaparecido del rostro. Me toqué con la mano la boca unida, desapareció sin rastro, sin cicatriz. Seguí palpando y me percaté de que ella ya no estaba. La había separado de mí con la angustia y ahora la había vuelto a perder… como mi vista, no tenia ojos, se llevó mi mirada… como mis orejas, se llevó su voz...

viernes, 3 de julio de 2009

SMOKE

Para variar un poco la temática del blog tras esta impetuosa subida de textos, parte de un relato de siete páginas, os pongo a continuación unos vídeos. Tras esta entrada de relajación continuaré escribiendo aquí la historia "Vivir en un sueño" que ya queda poco. Espero que estos videos os gusten aunque no es a lo que os tengo acostumbrados, visitantes de este gran texto sin palabras, pero creo que también es una forma importante de expresión y a la que personalmente dedico mucho tiempo y pasión: La danza.





sábado, 27 de junio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (IV)

Esto sí era mi habitación. La reconocí porque estaba despierto y no podía seguir engañado por ese mundo que había construido. Todo en lo que pensaba, esas ilusiones pretendidas creaban una vida tan fantástica, que creé una fantasía. Me levanté para dar el acostumbrado paseo de reconciliación con el sueño. No había imágenes pululando por la casa. Solo, yo. Me acostumbré a las tinieblas, sin embargo, las apariencias de las cosas que había en la casa despertaban mi curiosidad, despertaban miedo. Las figuras se tornaban monstruosas, cada ínfimo ruido me sobresaltaba entre el silencio. De estar tranquilo pensando bajo la luz nocturna, pasé a estar atento a cualquier cosa que sucediera, de estar mirando la nada pasé a mirarlo todo. Allí donde dirigía la vista veía imágenes grotescas, fogonazos de terror a cada lado, un simple libro era un cuchillo amenazante, un cuadro era una cara desfigurada, todo me acechaba, todo estaba en mi contra asustándome con risas estruendosas de silencio. Miraba hacia cualquier lado para buscar el peligro. Inquieto empecé a correr hacia mi habitación. El pasillo se alargaba cada vez que intentaba avanzar, más y más. Ya no alcanzaba a ver el final, la puerta de mi habitación estaba en un lado del pasillo por lo que no me costaría acceder a ella, pero no conseguía moverme del sitio por muchos pasos que diese. Estiré el brazo para agarrarme al marco de la puerta. Mis dedos rozaban la madera, se acercaban al umbral, pero no tenía fuerzas para sujetarme. Intenté volar para ver si de esa manera llegaba. ¿Volar? Sí, quiero volar. Lo deseé con tal intensidad que el sueño se cumplió, me elevé ligeramente, mis pies dejaron de estar en contacto con el suelo que pareció haber desaparecido en un instante, ahí debajo sólo estaba el vacío. Al ver ese inmenso hoyo negro, me entró el pánico, intenté avanzar. Me quedaba quieto en el mismo sitio, levitando. Tuve la sensación de que empezaba a bajar, hice fuerza por mantenerme flotando, agitaba los brazos en vano. La impotencia me hizo soltar alguna lágrima de angustia que se deslizó hasta caer por el vacío que se había formado en el pasillo. Tenía los ojos llenos de cristales, penas y frustraciones que se perdían en el olvido. Sin más esfuerzos me dejé caer, ya débil tras la lucha inútil me rendí. Todo estaba sucediendo muy rápido. Mi amigo caía conmigo, aparecía y desaparecía rápidamente, allá donde mirase, él estaba cayendo también. Quieto, impasible ante lo ocurrido con su mirada vigilante. Abrí los ojos.

miércoles, 24 de junio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (III)

No necesitaba soñar. Los entes oníricos de la gente que habitaba por los alrededores de donde yo pasaba, eran enviados a la calle para decorar aquella hora de sopor después de la comida mientras yo volvía a casa. Soñar despierto, vivir en un sueño. Escuchaba la música de mis pensamientos, una banda sonora que me acompañaba siempre, allá donde fuese, entonando mis actos. Cada paso una idea. El problema es que se agolpaban todos en mi indecisión y mi camino acababa por perderse en la inconsciencia. Las nubes flotaban cambiando su aspecto con rapidez, de repente flotaban sinuosas, alumbrado su color blanco por los rayos potentes del sol, como avanzaban velozmente para cubrir el cielo de una masa gris espesa atravesada por finos haces de luz. A los árboles les brotaban bellas flores, se desnudaban, se alargaban y encogían las ramas, se apartaban ante el andar de la gente hasta que algún personaje era atravesado por uno de sus secos brazos y descubría entonces, que era una imaginación.

No podía dejar de pensar en ella, no podía ser un sueño, existía, lo noté. La conocía de antes, lo sentí. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba cerca de casa, pero no había nadie, la gente había desaparecido, el murmullo de la ciudad se alejaba, incluso los sueños se disipaban. Al final de aquella calle estrecha y alargada, bajo la sombra de los árboles altos y bajos en un día, ahora soleado, apareció la única persona que me apetecía encontrar en esos momentos, la única persona a la que me apetecía ver y la única persona que no esperaba encontrar. Ella. Venía hacia mí a paso ligero, yo, aunque sorprendido, no me detuve. Localicé su mirada ya desde lejos, respondí a su sonrisa, contuve el sobresalto y la alegría que habitaban con euforia mi pecho. Estaba cerca, tenía que aprovechar aquella oportunidad, tenía que hablar con ella, era el momento de mirarla y decidirme a decirle algo entre temblores nerviosos, entre pensamientos perecederos que me dictaban que hacer. Sin pensar comencé a decir:

- Hola, tengo que decirte algo…

Me silenció con un beso, sus labios juntos, suaves y húmedos me acariciaron la comisura en mi amplia sonrisa. Siguió su camino. Me detuve sorprendido, feliz.
Desde una ventana oscura, me observaba él, mi amigo. En un parpadeo me situé allí dentro, en lo que me parecía mi habitación, ante su atenta mirada. Desperté.

sábado, 20 de junio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (II)

Otro día más, cansado, tenía que madrugar para ir a clase. Mi amigo y yo nos dispusimos a comenzar el día tras una noche de ensueño para ambos, uno despierto y otro dormido. Seguíamos una rutina diaria, con movimientos mecánicos, inconscientes del momento nos preparábamos como todas las mañanas esperando que nuestros ojos se acostumbraran a la luz y los párpados se despegasen. Una charla del profesor, unas correcciones de la profesora, la lección dictada por el libro, los ejercicios escupidos sobre la pizarra: un día más. La clase se hacía cada vez más aburrida, lo que al principio era un intento fructuoso y motivado de atender, se convertía a lo largo del tiempo en un intento infructuoso de no desplomarme dormido sobre la mesa. Orientaba mi atención hacia mis pensamientos:

- Estoy yo solo aquí en mi cabeza, un lugar privado para decir, más bien pensar (una risa muda y absurda), lo que me apetezca, tan sólo para mí. Nadie se entera, nadie sabe que pasa por mi mente. Podrían enterarse, voy a intentar pensar con tanta fuerza que alguien me oiga. Nada, los muros de las ideas son inexpugnables sólo traicionados por las palabras y los sueños. Los sueños, son algo maravilloso, nos desvelan aquello más profundo que no queremos o no nos atrevemos a pensar ni realizar, sin embargo, por esa misma razón, si soñamos demasiado vivimos decepcionados… ¿Por qué soñar dormido y no vivir lo que quieres? Tal y como estoy pensando ahora puedo soñar, divagar entre mis ilusiones y nadie se enteraría. ¡Disfrutaré despierto de los sueños, no temeré despertar en cada momento por si lo que vivo es un sueño, no temeré olvidar cada mañana aquello ocurrido en mis sueños, traeré los sueños a mi realidad, haré las fantasías realidad, las mentiras de mi mente serán verdad! Soñar despierto, vivir en un sueño.

Ante mi mirada perdida se cruzó una imagen indefinida, era ella: la chica de sus sueños. Me volvió a dirigir sus ojos de canela, volvió a existir por un instante, ella y yo solos, parecía tener todo el tiempo para admirarla y dejarme admirar. Pero todo se destrozó, como un sueño al despertar, me desconcentré de mi turbación confuso y desorientado, ella desapareció atravesada por las risas de mis compañeros. Mi amigo estaba dormido sobre la mesa, estaba soñando con esa chica misteriosa, con la chica de mis sueños. Pero no se reían de eso, había algo más. Yo tenía frío y una extraña sensación por todo el cuerpo, me sentía desprotegido. Cómo era posible, ¡estaba desnudo! Desperté.

Desconcertado miré a mi alrededor. Una vez conseguí enfocar la visión, me di cuenta de que estaba vestido, un alivio fugaz en comparación con las conclusiones a las que iba a llegar. Estaba en clase, pero no en el mismo sitio que antes sino en el que estaba sentado mi amigo, y mi amigo… no estaba, al igual que la chica de sus sueños. Lo único que permanecía eran las risas burlonas del resto de compañeros. Había estado soñando en clase, me había dormido y había soñado, tan sólo es eso. Sin embargo había soñado que tenía un amigo que no existe (una identidad oculta de mi personalidad viviente mientras duermo), había soñado que mi amigo soñaba con una chica, y en realidad yo soñaba los sueños de mi amigo, soñaba su vida como mía vista desde fuera. Estaba mareado por mis pensamientos alborotados, por tantas mezclas extrañas de sueño y realidad, me dolía la cabeza y aún tenía que permanecer en aquella aula. Sólo quería cerrar los ojos y ver, ahora sí, a la chica de mis sueños.

miércoles, 17 de junio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (I)

Estaba soñando otra vez. Se notaba su respiración agitada y sus movimientos espasmódicos entre las sábanas. Me levanté, simplemente, para dar una vuelta por la casa y adormilarme de nuevo. No había llegado más que al baño con mis pasos lentos, calmados, dejando huellas difusas tras mis talones descalzos, y ya podía ver la luz de sus sueños. Esa noche estaba soñando con mucha fuerza, sumergido en un profundo dormir. La luz casi se podía apreciar como real y no tan sólo como un reflejo de la realidad. Se dibujaban imágenes por todo el salón, a veces caminaban personas de un lado a otro, atravesaban muebles, paredes, cambiaban su aspecto con normalidad y sin apenas percatarte de ello. Aparecían y desaparecían paisajes, situaciones, la oscuridad… Él pasaba de un lugar a otro, también formando parte de sus sueños, un ente quimérico más, indiferente ante el entorno real, sólo pendiente de sus actuaciones imaginadas. Yo observaba maravillado ese espectáculo fantasmagórico y cambiante, a pesar de haberlo visto en alguna otra ocasión, me parecía precioso colorear las noches con el poder de nuestra mente oculta. Esas imágenes ajenas salían de entre las sombras para dejarse ver en mis pensamientos. Yo era lo único real iluminado por la tenue luz de la luna, rastros de plata acariciaban con los pinceles de la noche mis ideas. De pronto apareció algo desconcertante entre todos esos desvaríos de sus deseos. Una persona que me resultaba particularmente conocida, pero nunca la había visto con mis ojos. Sólo se me podía acelerar el corazón hasta empujar el pecho con fiereza, bombeaba sangre con ímpetu hacia mi rostro, me enrojecía el calor interno en contraste con el frío que silbando, golpeaba los cristales. Los fuertes latidos alcanzaron mi cabeza de forma que esa sensación me acribillaba agradablemente. La miré, ella no hacía nada más que permanecer de pie. Se puso frente a mí, me miró, por un momento existió, en esas miradas se veía lo real, lo verdadero y ella lo era. Un sueño, nada más que un sueño, las palabras de nuestra mente dormida no miran como me miró ella. Cuando su mano se acercaba a mi tez, yo temblaba y no era capaz de hacer otra cosa que no fuese fijar mis ojos en los suyos y sonreír. Un leve ronquido disipó todo ese ambiente mágico. A mí ya no me importaba, la chica de sus sueños invadió mis sentimientos.

viernes, 12 de junio de 2009

CLAVADA UNA ROSA


Una rosa nace en mi interior,

aferra fuertemente sus raíces

a mi corazón.

Brota un capullo, inocente, blando,

me acaricia con sus pétalos blancos.

El tallo comienza a salir

de un resquicio del corazón,

una maceta viva

que alimenta la nueva bella flor.

Late,

y en cada impulso mi rosa se abre,

no tarda en dejar ver su envergadura,

crece en mi pecho, la pureza de su color

cautiva entre vísceras.

La planta madura poco a poco...

Aumenta su tamaño poco a poco...

Poco a poco oprime mi pecho

una sensación agradable,

una tortura dulce y constante

que envuelve mi corazón haciéndole latir

dándole calor, haciéndome vivir.

En el tallo florecen espinas,

espadas que atraviesan mi cariño,

mi amor hendido por cuchillos,

puñales que se clavan en la carne roja

regando la flor con mi sangre.

Los pétalos blancos se tiñen de rosa

dolor intenso, mana la sangre carmín.

Agoniza mi corazón,

la vida en su último estertor,

frenan los latidos, muere la flor.

La sangre borbotea,

como un río recorre la rosa marchita,

de los penetrantes pétalos gotea.

Suda una gota de savia.

Mustia, la planta musita:

me quiere, no me quiere

me quiere, no me quiere

me quiere...

Una herida abierta en mi pecho,

dolorida y sangrante

me hace sufrir, dañan al salir

los restos granates.

Un vacío en mi corazón espera

otra semilla que germine

donde yace la flor muerta.

viernes, 5 de junio de 2009

ENTRE LA NIEBLA


Una despedida sin adiós, tan sólo un hasta pronto triste, amargo. Una despedida silenciosa, alejamiento entre pensamientos nada más. Estaba delante de la puerta blanca con la mano dispuesta a llamar, pero yo me sentía incapaz de la esperada despedida que después de todo era una excusa para hablar y contemplar su mirada. Impotente por mi propia indecisión, indeciso por un absurdo temor. Únicamente desparecen los miedos en mi imaginación, escenas posibles provistas por mi mente como ensayo de la realidad que nunca llega. Despierto de mi mirada ausente con un repentino parpadeo. Oía su voz inalcanzable. Bajé la vista y giré la cabeza hacia la salida yendo detrás el resto del cuerpo tratando de impedir torpemente en vano la huida.

Me esperaba un largo viaje a través de un frío paisaje oculto. Las ventanas empañadas del coche, que acatarrado avanzaba a trompicones, dejaban ver diminutas gotas arrastradas violentamente por el limpiaparabrisas. La niebla se disipaba ante los faros del vehículo y pasado este, cubría voluble la carretera. Pensamientos nublados. De vez en cuando se iba la señal de la radio sumiéndome en un largo viaje por los páramos grises de mi cabeza acompañado por la ininteligible voz de la emisora perdida. Comenzaba mi recorrido, un recorrido por mi mente, un recorrido por mis ilusos sueños entre ninfas, fantasías, deseos, musas, pasiones, recuerdos y por supuesto ,se encontraba ella , su radiante sonrisa, su vivaz mirada.

Una exhalación de vapor, un suspiro visible. De pronto la visión de un árbol desnudo, despojado de su riqueza por la gélida dama de manto nevado, un árbol joven de tronco delgado salpicado de líquenes amarillos. Las frágiles ramas pardas se alargan hasta perderse en la bruma, la escarcha abraza las zarzas de alrededor y se estanca en las horquillas y demás hendiduras del único miembro su bosquecillo. Un ave de vuelo hechizante se acercaba para posarse en un banco de piedra cubierto por un ligero verdín. El asiento esperaba que el sereno planeo del pájaro terminase ahí, cesaba el hipnótico batir de alas. Aún dentro del coche me rodeaba la neblina de mi mundo onírico. El majestuoso ave dirigía hacia mí su mirada de cuencas vacías, ojos ciegos, dos pozos negros. El pico afilado arrancaba como gusanos las lágrimas de mi angustia, de mis ojos de recuerdos, de miradas de posibles, de ensoñaciones despedazadas.

Cuando me quise dar cuenta la luz cálida acariciaba mi piel, cerré los ojos, sentía su mano rozando suavemente mi cara. Los rayos de Sol atravesaban las nubes, las separaba, abrían el cielo oscuro. Se iluminó el paisaje bajo una estela dorada que brillaba en la inmensa cúpula azul. Llegué, parece que todo había terminado, pero realmente acababa de empezar. Bajé del coche sacando primero las piernas. Ya en el primer contacto de la suela de goma de mis zapatos con el suelo de tierra húmeda sentí ese agradable crujir de los guijarros, como se acomodaban para marcar mis pasos. Grandes huellas se formaban tras de mí y se entrelazaban entre sí. El barro esponjoso daba paso progresivamente a una hierba mojada. Ahí no se veían la huellas: dejé atrás un camino confuso, tomé mi propio camino, un camino invisible por el verde intenso, “se hace camino al andar”…

Llegó el ansiado regreso, de nuevo estaba allí disimulando mis nervios. Según me acercaba a la puerta, mi alegría aumentaba, el corazón latía cada vez más rápido y con más intensidad. Miraba hacia el suelo como si intentara, de esa forma, evitarla, restar importancia a la situación. Pero tras cruzar el umbral mis ojos se levantaron y la miraron directamente. Parecía esperarme. El encuentro me inundó de felicidad, nada había cambiado. Me miró, sonrió.

viernes, 29 de mayo de 2009

SIN


Ha despertado la luna,

ya puedo abrir los ojos,

ya puedo observar la cuna

vacía y sin pensamientos,

absurda e inútil,

esperando sin razón ninguna.

Las sombras incómodas

se tejen bajo la luz tenue,

cierro los ojos arrimándolas

a un pozo de reflexión.

Los vuelvo a abrir,

veo de nuevo la luna

blanca, fría, plañir

los recuerdos del futuro,

sólo me queda, el ceño fruncir.

Los párpados pesan

para ocultar estrellas rojas.

Las horas pasan,

mis ideas transcurren lentas

como las llamas que cesan

tras arder en un campo,

y caóticas besan

el aire quemado.

Acaricio las letras,

rasgo el papel,

vislumbro entre agujas,

que se clavan en mi cabeza,

lo que parecen estrofas,

pero no lo es.

Digo, pienso, escribo

solo hablo

de recuperar el estribo

de aquello que parlo,

de eso que derribo

todas las noches en vilo.

Manejo, toco, escupo

palabras con brío

dando tumbos sin sentido.