viernes, 12 de junio de 2009

CLAVADA UNA ROSA


Una rosa nace en mi interior,

aferra fuertemente sus raíces

a mi corazón.

Brota un capullo, inocente, blando,

me acaricia con sus pétalos blancos.

El tallo comienza a salir

de un resquicio del corazón,

una maceta viva

que alimenta la nueva bella flor.

Late,

y en cada impulso mi rosa se abre,

no tarda en dejar ver su envergadura,

crece en mi pecho, la pureza de su color

cautiva entre vísceras.

La planta madura poco a poco...

Aumenta su tamaño poco a poco...

Poco a poco oprime mi pecho

una sensación agradable,

una tortura dulce y constante

que envuelve mi corazón haciéndole latir

dándole calor, haciéndome vivir.

En el tallo florecen espinas,

espadas que atraviesan mi cariño,

mi amor hendido por cuchillos,

puñales que se clavan en la carne roja

regando la flor con mi sangre.

Los pétalos blancos se tiñen de rosa

dolor intenso, mana la sangre carmín.

Agoniza mi corazón,

la vida en su último estertor,

frenan los latidos, muere la flor.

La sangre borbotea,

como un río recorre la rosa marchita,

de los penetrantes pétalos gotea.

Suda una gota de savia.

Mustia, la planta musita:

me quiere, no me quiere

me quiere, no me quiere

me quiere...

Una herida abierta en mi pecho,

dolorida y sangrante

me hace sufrir, dañan al salir

los restos granates.

Un vacío en mi corazón espera

otra semilla que germine

donde yace la flor muerta.

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