lunes, 20 de julio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (VI)

Otra vez en casa, una casa que anodinamente había variado su figura, su aspecto. De nuevo había despertado. No estaba en mi habitación sino en el salón tumbado en el sofá, con mi amigo también reposando en un sillón próximo. Un mediodía soporífero, un mediodía extraño. Me despejé y me percaté de que mi compañero también estaba despierto, ambos nos incorporamos. Al fin iba a hablar con él. Se adelantó a mis palabras, sabía lo que quería decirle, sabía lo que pensaba, lo sabía todo acerca de mí. Con voz clara preguntó:

- ¿Sabes quién soy?

- Curiosamente hoy es la segunda vez que me preguntan eso.

- ¿Cómo sabes que era hoy?

- Ya no sé que puedo responder a nada, ni siquiera sé donde estoy, ni si existo en realidad. Sé que he vivido ciertos momentos, que he tenido muchas sensaciones y sentimientos y sé que necesito me des las respuestas que sé que tienes.

- Está claro que hay algo que te interesa más que saber qué te está ocurriendo o dónde estás o quién soy yo o quién eres tú. Sí, ella es la chica de tus sueños y la volverás a ver cuando quieras cerrar los ojos, cuando la necesites, pero sólo te traerá más dolor.

- Ya lo he vivido.

- ¿Estás seguro? No has vivido nada, sólo has soñado. Los sentimientos son imaginaciones de nuestra mente, excusas del cerebro para sentirnos bien o mal. Siempre encontramos lo que queremos encontrar en nuestra búsqueda de la felicidad. Y los sentimientos nos ofrecen eso, lo que queremos, necesitamos y nos interesa. Tus sueños, ella, esta casa, yo e incluso tú, ahora mismo, son producto de tu imaginación que compensa una realidad incompleta. (Un silencio de reflexión).
¿Estás enamorado? ¿Has estado toda la noche prácticamente sin dormir y no te importa porque pensabas en ella? ¿Has estado toda la noche sintiendo los fuertes latidos de tu corazón, con una gran sonrisa en la cara y los ojos abiertos de par en par? Pero no te importa porque estabas soñando despierto con ella.

- Mi corazón late al ritmo de su mirada.
Necesito oír su voz cada día, me hace feliz, me alegra escucharle reír. No perderme detalle del movimiento de sus labios, simplemente, al hablar. Los humedece sin importarle y continúa. Palabra tras palabra me embelesa ese sonido, su voz. Sólo palabras, después de todo tan sólo son palabras, no necesito más que un gesto, una mirada, un entrecejo fruncido o un encogimiento de hombros para saber qué me quiere decir. Pero esas palabras llenan mi pecho de sensaciones satisfechas.
Donde dice adiós, yo veo un momento seguro de hablarle.
Donde tú ves una pregunta, yo oigo una respuesta que sé va dirigida a mí.
Cuando me habla, por insignificante que parezca el comentario, existe la posibilidad de mirarle sin que parezca raro.

Quererla es sonreír cuando la veo, no parar de pensar en ella a pesar de tenerla al lado, evitar la mirada cuando sé que me mira, callarme cuando me pregunta y que vea en mi rostro la respuesta que desea. Querer es decírselo cada día sin que lo sepa, demostrárselo rotundamente cada momento, shhhh, en silencio.
Es difícil dejar de decir estas sencillas palabras que no son más que eso, palabras. Se podrían resumir con un abrazo, una caricia, un beso… Un te quiero o incluso con un instante entre parpadeos antes de retirar rápidamente la mirada para suspirar, sonreír, vivir.

- (Una sonrisa piadosa). Si ella no es más que humo en la brisa de la noche, todo eso no es más que la sombra. Algún día despertarás y verás que todo esto es un reflejo adornado de la realidad. Yo soy tus pensamientos, tus ideas, tus sentimientos, tu mejor amigo.

Su apariencia cambiaba continuamente con indiferencia, adoptaba distintas formas y ninguna me importaba. Le dejé ahí sentado, inconmovible. Tenía que salir de ese lugar, respirar aire puro y ver un mundo veraz. Según me iba permanecía un eco en mi cabeza: Despierta. Vive.

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