jueves, 16 de julio de 2009

VIVIR EN UN SUEÑO (V)

Desconcertado como siempre al despertar. Otra vez la realidad era mentira. Aunque ahora no supiera con certeza si volvía a soñar, estaba contento, una sensación agradable de satisfacción me relajaba. Estaba en la cama, sentía el frescor del amanecer aunque las sábanas me cubriesen cálidamente. Me encantaba estar así, una mañana luminosa y un tranquilo despertar. Me desperecé sonriente, sentí como se estiraban todos mis músculos y recorría un confortable escalofrío mi espalda. Al darme la vuelta la vi. Debería haberme sorprendido, pero esperaba encontrármela. Tumbada a mi lado, tan feliz como yo, con su radiante sonrisa que me daba la vida. Nos acariciamos, la cara, el cuello, los hombros hasta llegar a los brazos y seguir por la espalda para terminar abrazados. Ella encogía los hombros para cubrir el rubor de sus mejillas, me sonreía con tímida inocencia. Nos apretamos el uno al otro con fuerza, suspiramos a la vez rozando cada secreto de nuestro cuerpo con nuestro cuerpo. Juntos por fin, esta vez no desapareció. La tenía entre mis brazos, se entrelazaban nuestras piernas, jugábamos con las miradas. Abrió lentamente la boca y susurró:

- ¿Sabes quién soy?

- Sé que te conozco, que te he visto cada noche en mis más preciosos sueños, sé que ahora te tengo y soy feliz, sé que te quiero. No necesito saber nada más.

- He estado contigo todo el tiempo. Todas las noches mientras dormías he habitado los bosques de tus sueños, soy tu ninfa. Soy la musa que inspira tu vida como un soplo mece las flores esparciendo la primavera.

- Pues ahora yo estaré siempre a tu lado.

Una lágrima brotó de su mirar en un parpadeo apenado. Lamió su rostro. Mi mano la detuvo con una caricia, continué hasta sus labios untándolos de lamentos, olvidados con un beso. El sabor de su boca salado por las lágrimas, un mar sosiego con olas de pasión.

- No llores.

- He de llorar porque sabes que esto es un sueño y despertarás en cualquier momento, entonces ya no podrás estar junto a mí.

- No me importa, aprovecharé cada segundo contigo. Quiero mirarte para conocerte, escucharte para entenderte, acariciarte para sentirte y besarte para amarte.

- Mírame a los ojos y sabrás lo que quiero, escúchame y entenderás por qué lo quiero, acaríciame y sentirás que soy tuya. Bésame.

Me acerqué con suavidad. Un ardiente deseo de hacerla mía en esa mañana tranquila nació de un arrebato frenético. Creció en su cuerpo delirante. Sucumbió ante el calor del cariño, una muerte que no hizo más que prolongar esas ambiciones. Se agitaba la respiración, se hincharon nuestros pechos sintiendo el fuerte latir del otro. Le besé el cuello. Saboreé el aroma de su boca. Desenvainó una sonrisa afilada, la mirada se tornó malvada. Un beso tierno, ya no. Se había transformado, mordía mis labios, me devoraba ansiosa. Se empezaron a unir nuestras carnes, se fusionaron los labios, no los podía despegar de ella. Quería concentrarme en ignorarlo, quería restarle importancia pensando que todo volvería a la normalidad y podríamos disfrutar juntos. No. Sólo disfrutaba ella, jadeaba con malicia, se alimentaba de mi agonía, de mis intentos de separarnos sin resultados. Cuando logré alejarme ya no tenía boca, me había desaparecido del rostro. Me toqué con la mano la boca unida, desapareció sin rastro, sin cicatriz. Seguí palpando y me percaté de que ella ya no estaba. La había separado de mí con la angustia y ahora la había vuelto a perder… como mi vista, no tenia ojos, se llevó mi mirada… como mis orejas, se llevó su voz...

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